Reclusos cambian sus vidas en haras nacionales



Los internos reciben cursos de peluquería, pintura, relojería y artesanía, mientras otros han realizado estudios universitarios, como Antonio José González.

Santo Domingo

En un pequeño taller del patio del Centro de Corrección y Rehabilitación Abierto Haras Nacionales en Villa Mella, está Víctor Fidel González, de 66 años de edad.

Su rostro muestra el sufrimiento por su condena, pero también el orgullo de poder desempeñar lo que le gusta: la escultura. Con una sonrisa casi forzada, saluda a quienes llegan al lugar.

González fue condenado a 10 años de prisión por homicidio, tiene un año y seis meses en el centro correcional, anteriormente permaneció seis años en la cárcel de Corrección y Rehabilitación Najayo-Hombres.

“Tengo un pequeño taller de artesanía, soy pintor plástico y hago trabajos de escultura, así paso el tiempo aquí”, expresa González, para señalar que las piezas que realiza las envía a su casa para darles los últimos toques cuando salga de prisión.

Mientras sus compañeros de cárcel no se desconcentran y siguen en sus propias labores, Fidel González  cuenta que cuando disfrutaba de su libertad llegó a estudiar escultura en Bellas Artes.

“Es duro, muy duro enfrentar esta situación, pero hay que tratar de superarla”, narra emocionado. Mientras modelaba su escultura arremetía contra la justicia, señalando que hay abogados que siempre le dijeron, “yo lo sacaré (de la prisión) y al final no pasó nada”.

Después de 27 traslados
Juan Alsenio Guerrero Santana, de 61 años de edad, otro interno de Haras Nacionales, fue condenado a 30 años de prisión por homicidio y, de esa pena, 27 años y seis meses los ha cumplido en igual número de cárceles en distintos puntos del país.

Solo en la cárcel de Baní, de donde es oriundo, ha estado en 15 ocasiones. En la cárcel de San Cristóbal duró seis años entrando y saliendo del recinto; en el penal de La Victoria, en dos ocasiones, todas de manera voluntaria, no porque lo trasladaran.

“Aquí hay otro sentir de la vida, aquí nacen otras esperanzas, en cambio en otros recintos que estuve tenía miedo de algunos de los delincuentes”, adujo, al señalar que Haras Nacionales es un recinto donde los internos están como en su casa, porque no hay rejas, barrotes, ni policías.

Antonio José González Soñé ya tiene siete años recluido en el Centro de Corrección y Rehabilitación Abierto Haras Nacionales.

Había sido transferido del Centro de Corrección y Rehabilitación Najayo-Hombres, un cambio que considera como pasar de la antesala del infierno a la del cielo.

González Soñé ingresó a prisión como preventivo el 3 de mayo del año 2002, acusado de homicidio, y posteriormente fue condenado a 20 años de encierro por ese hecho.

Estando en el centro, con 52 años de edad, hizo su carrera universitaria de licenciatura en Lenguas Modernas, mención Educación en la Universidad del Caribe, en el Distrito Nacional. Ha realizado 223 cursos sobre superación personal, algunos cursos técnicos como peluquería, productor de hortalizas, de invernadero, electricidad residencial, reparador de electrodomésticos, manejo de conflictos y manejo adecuado del tiempo.

Inició su prisión en La Victoria. Desde que cumplió 10 años de cárcel ha solicitado la libertad condicional al juez de la ejecución de la pena de la provincia Santo Domingo.

“El equipo que hay aquí, va más allá de lo que exige lo laboral porque aplica la parte humana, aplica tratamiento individualizado, le da la ayuda al que verdaderamente la necesita, mi experiencia aquí es muy gratificante.

Aquí uno tiene la oportunidad de cambiar su forma de ser y de capacitar y enterrar al hombre viejo; el que trajo uno aquí”, acotó.

Ricardo Mario Torres, de 62 años de edad, colombiano, condenado a 20 años de prisión por violar la Ley 50-88 sobre drogas y sustancias controladas, es otro ejemplo de superación.

Permaneció detenido ocho años en la cárcel de Najayo, espera la libertad condicional y tiene medio tiempo libre. Imparte cursos de peluquería, pintura, relojería y artesanía.

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REINSERCIÓN EN LA SOCIEDAD
“La vida dentro de la cárcel no es fácil”, añade Mario Torres, porque ha encontrado personas que desdeñan y ven con malos ojos a quienes quieren superarse.

Sin embargo, reconoce que el reto afuera es grande, porque a pesar de los programas de reinserción siempre hay estigmas que no permiten a los exconvictos reincorporarse plenamente a la sociedad.

“Si la sociedad no nos da la oportunidad de incorporarnos no lo podremos hacer, aunque hagamos nuestro mejor esfuerzo”, concluye.

Octavio Almonte, tiene 4 meses como interno en Haras Nacionales y anteriormente estaba preso en el centro de Corrección y Rehabilitación de Najayo -Hombres. Definió el centro como un “resort” y sale de prisión en el mes de septiembre, luego de cumplir el año que le fue impuesto por violación sexual. Estando en la cárcel se propuso demostrar que no era un delincuente, sino “fue condenado injustamente”, según dijo, asistiendo a clases y talleres.

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