Damnificados: “Hotel” aloja 36 años de olvido



LLEGARON AL LUGAR HUYENDO DE LOS FUERTES VIENTOS DEL CICLÓN DAVID

Santo Domingo

Tiempos de esplendor borrados por una imperiosa ocupación. Rastros de amores legítimos, prohibidos, satisfactorios y a veces frustrantes. Un diario vivir que se entreteje sin reparar en angostos y oscuros espacios que antes fueron testigos de suspiros y efluvios ajenos. Un edificio de dos niveles sin un color definido, curtido por el polvo y el descuido, que continúa poblándose y creciendo de manera anárquica.

La estructura no recoge historias al estilo de películas como “El exótico Hotel Marigold” (2012), donde un grupo de británicos de la tercera edad se hospeda para disfrutar de su retiro, o la de “El Gran Hotel Budapest” (2014), filme que narra la amistad de un legendario conserje y un joven empleado que se envuelven en la recuperación de una valiosa pintura renacentista. No, en este hotel se trata de vidas forjadas a golpes de lo que el viento un día se llevó, de personas que encarnan la triste realidad de la desidia y el olvido oficial. 

“Las personas entraron aquí a martillazos y mandarriazos”, cuenta María Martínez, de 56 años, sobre aquel 31 de agosto de 1979 cuando decenas de familias rompieron los candados que resguardaban el Hotel El Palacio para protegerse de las lluvias y fuertes vientos del poderoso huracán David, un fenómeno atmosférico de categoría cinco que cortó el país en una trayectoria desde Haina, en la provincia San Cristóbal, hasta Manzanillo, en Montecristi.

“El Palacio”, ubicado en la calle Félix Evaristo Mejía número 152 del barrio Villas Agrícolas, había cerrado cuatro años antes, pero todavía cuando David impactó el país con vientos entre 240 y 280 kilómetros por hora, conservaba los vestigios que lo convirtieron en uno de los hoteles más visitados en ese sector de la zona norte de la capital.

“El Hotel”, como llaman a la zona en el barrio, está ocupado actualmente por cerca de 120 familias -según un censo realizado por los propios moradores hace dos años- que llegaron hace 36 años pensando en que sería un refugio momentáneo y otras que fueron habitando el lugar después del fenómeno atmosférico que dejó cerca de 3,000 muertos a su paso, la mayoría en República Dominicana.

Propietarios
El destino de los propietarios del inmueble y las razones del cierre del hotel cuatro años antes de que fuera ocupado por los damnificados del ciclón son un misterio.

Algunos vecinos aseguran que los propietarios eran tres ciudadanos chinos, uno de ellos identificado sólo como Alfredo, quien regresó poco tiempo después de la ocupación y al observar la realidad que predominaba en el lugar quedó irremisiblemente resignado a la pérdida de la propiedad del inmueble.

Sobre las razones del cierre, la señora Martínez, quien ahora se gana la vida vendiendo pollos frente al edificio, asegura con convicción casi clarividente que el único y verdadero propietario viajó a China y lo mataron justo cuando llegó al aeropuerto de su país.

“El hotel tenía 20 habitaciones, ocho búngalos, cuatro de ellos con piscinas, un restaurante y pista de baile”, cuenta Radhamés Ulerio, de 59 años, un chofer de carro público a medio tiempo debido a la diabetes y quien siendo un mozalbete de 12 años lavaba los vehículos a los clientes que llegaban a divertirse al hotel o simplemente a amanecer con alguna trabajadora sexual del famoso night club Herminia, ubicado en ese tiempo a unos 200 metros del lugar.

Ulerio precisa que el hotel comenzó a operar en 1967 y era el más moderno del sector, a tal punto que llegaron a presentarse artistas del calibre de los merengueros Johnny Ventura y Félix del Rosario, pero quebró cuatro años antes del paso del temible huracán David.

Sobre el cierre del hotel circulan las versiones de que el negocio “se azaró” desde el día en que un prestamista se ahorcó en una de sus habitaciones o que el declive comenzó cuando los parroquianos se dieron cuenta que sus encuentros amorosos eran espiados por jóvenes a través de pequeños agujeros que abrieron en las ventanas de las habitaciones.

Ese pasado de esplendor y fantasía aún persiste en las mentes de las familias, pero en medio de una cruda realidad que se ha extendido por cerca de siete lustros y que jamás imaginaron que se prolongaría por tanto tiempo.

En lo que fue la entrada del hotel ahora se observan montones de basura a la espera de ser recogidos, escorrentía de aguas residuales, una maraña de alambres del tendido eléctrico y las ropas secadas al calor de un candente sol veraniego que se resiste a morir hasta a final de año.

Las viviendas construidas en los alrededores del hotel que ocupaba casi una manzana muestran un aspecto distinto al que se observa en el interior de la vieja edificación, con pasillos en penumbra, paredes que perdieron hace tiempo los enlucidos y ventanas cegadas por el polvo y el moho.

La llegada
Elvis Bussi, quien tenía 16 años cuando entró al hotel junto a su madre y tres hermanos para protegerse de la furia de David, recuerda que al lugar llegaron personas del mismo sector, de las orillas del río Isabela y hasta San Juan de la Maguana.

“Cuando el ciclón entró yo pensaba que el mundo se iba a acabar. Mi familia vivía al frente y cruzamos para el hotel. Las gentes ocuparon las habitaciones, se tiraron en colchas en los pasillos y en cualquier otro lugar donde pudieran protegerse”, cuenta sobre la irrupción de las personas, que eligieron el lugar porque el otro refugio, la Escuela España, ya estaba repleto de damnificados.

Bussi, quien ahora es propietario de un pequeño local donde vende repuestos de motocicletas al otro lado de la calle, precisa que la mayoría de los pobladores originales se han mudado, otros fallecieron allí y algunos vendieron o alquilaron los espacios, pese a que nadie está en capacidad de reclamar su derecho de propietario. “Fue como un efecto cadena, porque entraron más gentes después de los damnificados del ciclón David”, indicó Bussi. Su familia dejó el lugar y regresó a su casa tan pronto amainaron los fuertes vientos del ciclón David.

Julio Paulino, de 64 años, entró al hotel huyendo del huracán David con su hija de ocho años y su mujer con seis meses de embarazo. Ocupó un espacio debajo de la escalera que conducía a las habitaciones de la segunda planta porque cuando llegó ya todo estaba lleno. “Debajo de los escalones nos metimos todos”, refirió Paulino, quien ahora reside en la parte baja de una casa de tres niveles justo a la entrada del inmueble.

Cuenta que como en la zona todo comenzaba a ser anegado por las aguas, las personas buscaban desesperadamente lugares altos donde guarecerse.

Ocupantes
En un estrecho cuarto que era usado para guardar las sábanas, toallas y otros utensilios para la higiene en el hotel, reside Orlando Cordero, de 65 años. Él no llegó el día que David comenzó a azotar con sus lluvias y fuertes vientos el territorio nacional, sino 16 años después. Paga 600 pesos de alquiler a una señora por el espacio donde apenas tiene lo indispensable para malvivir.

Basilia Herrera, de 81 años, expresa que “vivía en una casita que se estaba cayendo” cerca del hotel y cuando se enteró que el ciclón entraría con fuerza se refugió allí con su esposo y cuatro hijos menores de edad. “Sólo nos trajeron comida los primeros días”, declaró entre pausas y sin dejar de ocuparse por un instante en los afanes del almuerzo, buscando en la oscuridad de la memoria los recuerdos de un pasado que la mantiene atada al lugar.

Algunos de los ocupantes ya han perdido la esperanza de que su situación cambie algún día, como Mirtha Fidel, de 60 años, quien  llegó de San Juan de la Maguana y ocupa un cuarto en el segundo nivel junto a su hijo de 36 años y su nieto de diez. “Nos borraron. Los gobiernos son que saben y uno no sabe cuándo es”, dijo al referirse a la indiferencia del Estado con los damnificados, apoyada en los barrotes que protegen su “hogar”.

Los moradores precisan que las autoridades en los primeros días asistieron a los damnificados del lugar con alimentos, pero poco a poco fueron perdiendo el interés por su suerte, pese a que cuatro días después la tormenta Federico agravó los daños y precariedades que dejó el huracán David, con seis días de copiosas lluvias.

Hay familias que se formaron en el hacinado inmueble y conservan la esperanza de que algún presidente de la República los saque del olvido. Benedicto de la Cruz, de 60 años, entró solo aquel 31 de agosto al hotel, donde ha procreado tres hijos con su esposa. “Yo quiero estar en un solar aunque sea de yagua”, añadió, convencido de cualquier otra cosa sería mejor que seguir allí.

((Atención))
CONSTRUCCIONES PREOCUPAN
José Muñoz, miembro fundador del Club Los Pioneros, la única instalación deportiva que existe en el barrio Villas Agrícolas, dijo que en el lugar hay gente viviendo en condiciones precarias y familias que siguen construyendo sin los controles para garantizar que sean techos seguros.

“El Estado dominicano debe venir en auxilio de las personas que habitan aquí en condiciones infrahumanas y crear condiciones dignas para vivir. Hacer lo que han hecho en otros barrios como Villa Juana y La Barquita. Eso se puede. Los gobiernos gastan millones y millones en cosas sin importancia. Esto sería realmente pensar en la gente”, razonó el dirigente del club fundado hace 43 años en el sector.

Ángel Emilio Calderón, presidente del Consejo de Desarrollo de Villas Agrícolas, reveló que las familias del hotel habitan en condiciones infrahumanas, hacinadas y algunas enfrentan precariedades económicas. “Aquí hay familias que dan pena, muy humildes, en una situación precaria, con serios problemas de alimentación”, agregó.

El dirigente comunitario ocupa un cuarto con sus tres hijos -dos hembras y un varón- en el segundo nivel del hotel que adquirió su padre en 1981. Destaca que los servicios de energía, agua y recogida de basura son eficientes, pero su mayor preocupación son las construcciones que se continúan haciendo. “Esa estructura es un peligro. La tercera planta la ha hecho la gente y hay construcciones hechas hasta en balcones”, dijo Calderón, quien favorece la construcción de un parque o un proyecto habitacional en el lugar.

En “El hotel” hay dos colmados, una iglesia y cancha deportiva donde los jóvenes practican baloncesto. Algunos frentes de los espacios ocupados conservan las puertas corredizas que en el pasado ocultaron tantos encuentros amorosos. Otras tienen colgados letreros “Se vende” o “Se alquila”.

Los vecinos lograron el asfaltado de las calles interiores, tienen una junta de vecinos para buscar solución a sus problemas y han introducido mejoras en las casas que bordean el antiguo inmueble, lo que contrasta con el interior del antiguo hotel, reflejo en miniatura de la realidad del barrio donde está enclavado.

El paso del huracán David es un episodio que pocos dominicanos recuerdan, a menos que alguna reseña periodística se encargue de revivirlo cualquier 31 de agosto. Para las familias que habitan en “El Hotel” está presente en cada rincón de la destartalada estructura.severos daños a la agropecuaria, el tendido eléctrico y telefónico, puentes y acueductos. El presidente Guzmán declaró al país en estado de emergencia y decretó un toque de queda de 6:00 P.M. a 6:00 A.M., para evitar robos y saqueos. Las reseñas periodísticas de la época indican que unas 600,000 personas perdieron sus hogares.

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